Hay una cosa que odio con toda mi alma en la Literatura: los cambios de perspectiva. Aun admitiendo que es gusto personal, en muy pocas ocasiones soy capaz de leer una historia que tenga cambios de perspectiva. Me siento cómoda con la narración en tercera persona, a pesar de que no hago ascos a la primera.
La cuestión es que desconfío mucho de las primeras personas subjetivas. Quizás la culpa la tengan los libros juveniles que abusan tanto de esta fórmula. En cualquier caso, las tramas paralelas se las dejo al cine, porque me parece más acertadas para este formato. Entonces, llega Murakami con El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas y me invita a que coja mis palabras y me las trague una a una. Por que sí: tal y como había dicho, el problema no son las técnicas, el problema son los autores que no saben usarlas. Aunque he de decir en mi defensa que Murakami es una persona a la que le apasiona el cine.
Diría que de momento (y he leído el 90% de su bibliografía), es el libro más estático que tiene. Pero a la par, el más original. No es que el resto no sea original, pero creo que este y Kafka en la orilla son gemas de la Literatura. Me parecen argumentos que no he visto en otros libros antes, al menos de la forma en la que lo presenta él. Porque lo que importa no es el qué, sino el cómo.
Sobre la mente se han escrito infinidad de libros, sí. Por eso creo que el mayor valor de esta obra es todo lo que se inventa alrededor del conflicto del protagonista. Los personajes son más sosos de lo normal y eso me parece que sea todavía más meritorio que logre enganchar. De hecho, da la impresión de que en este libro hay mucha más acción que en el resto y el haber elegido personajes tan serios hace que se equilibren las cosas para posicionarse siempre en su espectro de dramatismo.
Son tramas paralelas convergentes. Pero convergentes al estilo Murakami. Surrealismo y realismo mágico puro y duro con un final de realismo a secas que te deja tal y como empezaste: ¿es el principio, es el final? ¿qué pasa? Pues pasa la vida. Nada más y nada menos.
Aunque no es mi favorito del autor, es de los que más me gusta y sí me parece que juega en la liga de las novelas especiales que tiene; se desmarca de las más comerciales. En esta hay mucho de su estilo personal, que no es plato de buen gusto para todos pero lo que es indiscutible es que de nuevo logra crear un mundo aparte en el Japón de siempre, sin hacer más que algunas sutiles interacciones que para nada influyen a gran escala. Ya se encarga de recordar que encima de sus cabeza hay un estadio de béisbol. ¿Casualidad que a él se le ocurriera ser escritor durante uno de esos partidos?
Sabes que si ha conseguido que te leas más de trescientas páginas sin que pase nada relevante, manteniéndote en vilo, es un buen libro. Murakami siempre será el amo de los mcguffing y los cliffhangers, aunque no sea este donde más se note. De hecho, yo diría que es una mezcla del resto de sus libros futuros. Que a partir de escribir El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, fue desgranando los conceptos que encontró aquí, uno a uno, para ir creando otras novelas.
Esta obra me parece la antesala perfecta para leer Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de hecho. Pues aunque no estén relacionadas, parece que el autor ya se va encauzando a escribir lo que él denomina su novela más redonda y trabajada.
[…] El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas: creo que este es perfecto y que se tiene que leer antes que todos los demás porque este es el primer libro de Murakami en el que empieza a estabilizarse como escritor, es la antesala del resto. […]
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[…] supuesto, me he leído muchos otros como Tokyo Blues, Al sur de la frontera, al oeste del sol o El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, por poner un ejemplo, así que su escritura ya no es desconocida para mí. Importante saberlo […]
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[…] además del realismo mágico de siempre que yo denomino como urbano. Cuando hablé de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas dije que me parecía el libro resumen de todos sus fantasmas y que a partir de ahí, empezó a […]
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[…] lo sé, pero tras escribir El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas en 1985, hizo Tokyo Blues (Norwegian Wood) en 1987. En 1988 Baila, baila, baila y en el 92 Al […]
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[…] recupera esa esencia aunque ya madura, después de experimentar con un estilo más literario en El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas y ganar dinero con Tokyo Blues. A mí ver, escribió este libro en el momento perfecto. No sé […]
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[…] Si se hace al revés, después de leer otros como Kafka en la orilla, Baila, baila, baila o El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, Tokyo Blues pasaría sin pena ni gloria por delante de nuestras […]
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